jueves, 18 de octubre de 2012

“Canción de Hielo y Fuego 5: Danza de Dragones”, de George R.R. Martin.

Ains, Martin, Martin, que mal nos tratas a tus fieles seguidores...

Años de espera entre novela y novela en los que hemos comprobado como lo que fuera una gozosa experiencia de lectura durante las tres primeras entregas que nos llevó a los aficionados al género a propagar entusiasmados la original estructura, el “realismo” sucio y las constantes sorpresas que ofrecía una saga que parecía llamada a renovar el género, provocando que la difundiéramos más allá de nuestros marginales círculos para que diese el salto a la televisión, mutaba de absorbente “novela-río” a partir de su cuarta entrega, “Festín de Cuervos”, en una turbia “novela-charca”. A pesar de ello, tras cuatro años de espera más, pensaba que en la tanta veces aplazada voluminosa quinta entrega “Danza de DragonesMartin se redimiría y volvería por donde solía. Sin embargo, tras acaba esta quinta entrega, la decepción se acrecienta ya que en “Danza de dragones” la charca se embarra y donde antaño se sucedían para nuestro disfrute ritmo, intriga y sorpresas ahora no hay nada más que datos accesorios, personajes secundarios y paja, mucha, mucha paja.

En “Danza de Dragones”, Martin recupera a algunos de sus personajes más carismáticos como Daenerys Targaryen, Tyrion Lannister o Jon Nieve e incorpora otros nuevos a los que buen seguro acabará dando protagonismo y una voz propia como ocurre en esta entrega con Hediondo/Theon Greyjoy o Barristan Selmy en lo que, en mi opinión, no deja de ser un error. Una profusión de personajes disparatada, porque por mucho oficio que tenga Martin y ganas le ponga ninguno de los nuevos personajes tiene el carisma de los iniciales y, además, acaba en su afán de describir hasta el último detalle embarullando una trama que no avanza hacia ningún lado en concreto con lo que nos encontramos, tras “Festín de Cuervos” con un segundo libro (en realidad, dos) de tropecientas páginas reiterativo y aburrido en el que Martin se pierde en glosar las sociedad de su mundo imaginario dejando en suspenso el desarrollo de las muchas tramas abiertas a los que no da continuidad, recordándome en ese aspecto al peor Chris Claremont que hizo de la huida hacia delante su seña más reconocible.
Evidentemente, yo ya estoy pillado y si la salud me respeta -pondré en cuestión la mía ya que a Martin al parecer le molesta que los aficionados le preguntemos sobre la suya- y tras haberme aburrido aprendiendo como comen, visten, cagan y rezan todas las sociedades de Levante y Poniente espero que la conclusión de la obra prevista en los dos próximos volúmenes esté a la altura de sus inicios antes que nos pille definitivamente el invierno.

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